¡ Que ven o toro!
Sin duda los acontecimientos más importantes en la vida de los pueblos son aquellos que por su impacto emocional quedan grabados para siempre en el imaginario colectivo y su testimonio oral se va trasmitiendo a través de generaciones ayudando a mitificar el recuerdo .
El tableteo de los martillazos subía lentamente por la Carrera de San Mauro como una enorme traca que anunciaba el inicio del gran acontecimiento. Mientras los carros trasladaban la madera del aserradero cercano, numerosos vecinos comprobaban como, poco a poco, comenzaba a elevarse en la Feira do Gando, a los pies de los centenarios muros del Pazo del Cotón, toda la estructura. En ese punto, el Alcalde Abeijón había sido claro: “¡ E si non temos Plaza de Toros, faise!”
Difícil, desde luego, el año 1952. Con el auge de las de Santa Comba por la fiebre del wolframio, las ferias de Negreira, base del comercio local, parecía que se estancaban y eso no se podía permitir; Noya avanzaba y sus corridas de toros eran famosas en toda las comarcas limítrofes. Había que colocar a la Villa en el lugar que le correspondía como capital del Partido Judicial.
Era necesario un golpe de efecto, no había duda y como comienzo por San Juan se organizarían las fiestas más importantes que nunca hubo en Negreira. Comerciantes, profesionales, personas de valía que pueden aportar sus ideas y su trabajo, todos al unísono: ¿qué quieren toros?: ¡pues toros, pero de los de verdad! Y nada de discusiones sobre si las verbenas se celebran en la zona de arriba del pueblo o en la de abajo ¡en los dos lugares a la vez y con las mejores orquestas!.¡Vamos a reventar el pueblo…!
Una comisión de vecinos se desplaza a los páramos de Salamanca para comprar dos ejemplares, de los buenos, de los grandes. Los toreros sin problemas, en la Escuela de Tauromaquia de La Coruña se conseguirá una cuadrilla con los mejores. Lo de los permisos, todo solucionado, ya de eso se encarga el Alcalde que además es amigo personal del Gobernador Civil; todo el mundo en movimiento…¿los caballos?: los del Pazo del Cotón para los alguacilillos y los del carro de las gaseosas de Castiñeiras para arrastrar los toros. Incluso la FINSA prestará la madera de su aserradero para la construcción de la Plaza. El éxito está garantizado.
Durante días, cientos de vecinos desfilan admirando el “coliseum” nicrariense, la expectación es cada día mayor, se habla de parroquias enteras que bajarán a la Villa para el acontecimiento:¡ Esto va a ser un abarrote!
El día veintidós de junio, grupos de nicrarienses se desplazan a Santiago de Compostela para esperar a los toros que llegan de Salamanca en el camión “Saurer” de Antonio Fabeiro. Al lado de la Alameda compostelana se reúnen los curiosos para admirar, a través de la reja de las jaulas, los dos enormes morlacos.“Este aínda pasa , pero o outro, a ver quen é o chulo que se lle pon diante”, comenta ufano el chofer del camión. No habrá problema, primero saldrá el más flaco y luego ya se irá animando la cosa, sentencia uno de los organizadores. Por las principales rúas de Compostela, el coche con altavoces enviado al efecto, propagandea el evento :¡Toros en Negreira, el próximo días 24 de junio, dos hermosos toros, de la ganadería…
MORIR DE ÉXITO
La mañana de San Juan amaneció acribillada por las alegres notas de la Banda de Música “A Parrula“ que acompañada de intermitentes disparos de cohetes anunciaba a los vecinos un luminoso día de gloria. Las entradas estaban aseguradas pero había que apresurarse para ocupar los mejores lugares en las gradas.
A las tres de la tarde comienza la invasión: hileras de coches desembocan en las calles del pueblo por la carretera de Santiago mientras por el Puente Negreira cientos de vecinos del Concello, a pié y a caballo, invaden las calles como una auténtica riada humana.
En poco tiempo la Plaza está ya abarrotada y centenares de frustrados espectadores derriban la puerta para acceder a los tendidos, provocando que una pequeña parte de la grada Oeste se hunda, afortunadamente sin daños personales. En la tribuna, Secundino el Municipal se justifica ante el Alcalde : “¡ Don José, faría falta un batallón do Tercio para parar a toda esta tropa!”.
En la Capilla del Pazo los toreros, debidamente escoltados por la Guardia Civil, pues se habían negado a enfrentarse a esos toros, piden fervorosamente al Supremo un lugar confortable en el más allá por si éste fuera su ultimo día de gloria. Entretanto, desde el ruedo, los fotógrafos disparan sin cesar sus cámaras ante las numerosas solicitudes de los que pretenden inmortalizar su presencia en tan importante acontecimiento.
Las notas de un pasodoble torero interpretado por la Banda Municipal de Santiago dan inicio al paseíllo y todos los prolegómenos protocolarios de las grandes tardes taurinas. Con el primero de la tarde, ya se masca el plante de los toreros; sólo el grito de ¡cobardes! cantado al unísono por toda la plaza anima al más parecido a Manolete a lidiar a trancas y barrancas y dar muerte al astado.
El primero de la tarde |
La salida del segundo sí que hace enmudecer al respetable y las exclamaciones de asombro ante el tamaño del cornúpeta acrecientan el pavor de los torerillos, esta vez parapetados en los burladeros y dispuestos a vender cara su vida antes de volver a pisar el ruedo. Insultos, sombrillazos desde los tendidos, gritos…ni los más alegres pasodobles animan a los lidiadores a encararse con su enemigo que trota alrededor de la arena mirando desafiante al tendido.
Los minutos imponen el silencio y la sensación de que algo tiene que pasar para romper el incómodo “impasse”.....¡y vaya si pasa!: aburrido el monstruo por falta de contrincantes, de una cornada cuelga en el éter las tablas de la barrera y se va por el hueco de las gradas derribadas. Sólo unos segundos bastan para pasar de la calma al terror: ¡el pánico y el espanto se apoderan de toda la plaza!, la desbandada es general, los espectadores encaramados en las ramas de los “carballos” circundantes se tiran al suelo para huir despavoridos: gritos, golpes, atropellos, empujones, el sálvese quien pueda impone su ley.
Las calles vuelven a inundarse con el gentío, pero esta vez en desbandada y buscando refugio en el techo de los coches, en los portales de las casas, en el Pazo del Cotón que abre sus puertas para acoger a los despavoridos que huyen ante los gritos ¡que ven o toro!...La marea humana fluctúa una y otra vez en distinta dirección según las informaciones de que al astado se le ha visto en un lugar o en el otro.
El segundo de la tarde |
Pero durante el resto de la jornada el miedo impone su ley. Negreira es ya un hormiguero en desbandada. Ni las orquestas de la verbena logran calmar al respetable que entre pasodobles y anuncios de prendas extraviadas se dispara como un resorte ante el grito ¡que ven o toro!.
La vuelta a la calma de los días siguientes transforma el miedo en risa, las innumerables anécdotas ocupan las barberías, los lavaderos, las tiendas y las sobremesas. Cada persona, una historia. Los más importantes periódicos de Galicia se hacen eco del acontecimiento, ¡hasta saiu no ABC ¡ es el comentario general.
Y no hay duda, en el Casino las fuerzas vivas anuncian el consenso : ¡Tenemos que formar una comisión para construir una plaza de toros!.
(FOTOGRAFÍAS : Archivo personal de Mª Lourdes Abeijón Caamaño y Jesús Bouzas Caamaño
(FOTOGRAFÍAS : Archivo personal de Mª Lourdes Abeijón Caamaño y Jesús Bouzas Caamaño