martes, 13 de julio de 2010

MERCEDES O EL RECUERDO

     
         Una de mis primeras fotos de la infancia fue contigo, al lado de la niña de la droguería. De la mano corríamos alocadamente por las calles y plazas de nuestro pueblo o jugábamos a las tiendas que tú primorosamente preparabas y que yo surtía con caramelos, higos y piedras de azúcar que traía a manos llenas del comercio de mi abuelo.
      Las tardes de verano escapábamos por los caminos de los alrededores hasta el Pozo del Panadero, donde atrapábamos ranas y “cagudos” que luego conservábamos en frascos y latas en el almacén de fotografía de tus padres. Algunas veces incluso más allá, por rutas y caminos que se nos antojaban mágicos y secretos regresando siempre corriendo para no llegar tarde, por si acaso.

      El paréntesis de la adolescencia se vio ampliamente compensado por nuestra juventud. Con Maruja, Tono, Emilio, Chita y Eduardo fuimos tejiendo los siete estrechas redes de afecto y amistad pasando a escribir una de las páginas más alegres y desenfadadas de nuestras vidas. Los días del Bar Negreira, las salidas a las fiestas lejanas porque las de la comarca no eran suficientes, las diferentes historias en las que Tono nos embarcaba y las escapadas a las discotecas de Santiago, en las que bailábamos tranquilamente al margen del bullicio evitando siempre cualquier palabra, frase o gesto que intuyéramos podría molestarnos.
      Tu marcha, Merceditas, coincidió también con las circunstancias de la vida que nos derivaron  por caminos tan distintos y distantes. Años de ausencias en las que cada uno fue construyendo su propio futuro y volcando sus afectos, alegrías y tristezas en otros lugares.

      Hace poco tiempo que nos reencontramos en Seoane, antes del Acto de la escuela, y con cuatro palabras fruto de la sincera amistad, en unos segundos se iluminaron todos los recuerdos. Desde entonces, en todas nuestras conversaciones pendía como un fantasma esa terrible espada de Damocles a la que tú decías no temer.
      La triste noticia de que todo había ido mal fue un duro  golpe que reunió de nuevo a las amigas y amigos alrededor de tu familia y otra vez fue el ingenio de Chita y su sonrisa entrecortada la que como un milagro transformó en unos segundos toda la tristeza del momento en el afecto que siempre mantuvimos. 

      Es duro, a veces, con tantas ausencias sentir como en poco tiempo la vida se nos va desguazando en cuarterones.





2 comentarios:

  1. La memoria emocional es infinita y más si la asociamos a la infancia...muchas sensaciones, olores, imágenes...¡imborrables!

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  2. Non hai case nada de nós que non pase polos recordos do pasado, e menos mal que somos quen de recuperalos.

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